Miles de muertes cara a cara con tu vida, cientos de mentiras infiltrando tu boca, decenas de personas acribillandote y solo uno a tu favor, tú.
Estoy jugando con mi alma en un juego de azar, la vida. Cada vez más monótona y aburrida, sin un buen picante que la acompañe, con la misma soledad de mi lado, con el mismo silencio y su absurda franquesa, con eternas noches en las que me veo obligada a cambiar de faceta, de la rebelde extrovertida a la tímida dama; noches en las que converso con el viento entre susurros y palabras, espacios en los que la oscuridad se convierte en mi mejor amiga, siendo la única que aprecia mi silencio y entiende mis lágrimas.
Dejandome llevar por los ajetreos cotidianos vivo mi día al máximo, sin reglas ni control, por las noches descanso, observo y siento, aprecio todo lo que el día no me permite, en la madrugada escucho los sollozos del sol, reclamando al mundo una explicación sobre el destino de sus queridas estrellas, después se hace de día y se repite de nuevo exactamente lo mismo de ayer. Por más que intente hacer cambiar a la monotonía de parecer sobre la forma en la que aniquila nuestras vidas, ella siempre sigue sus cuadriculadas y muy bien planeadas ideas, para hacer de nosotros un ejercito de mortales atados a millones de reglas, afligidos por nuestro odio interno, muertos en vida por nuestra falta de libertad.
Sobre nuestras cabezas miles de personas son libres, cientos liberan su nostalgia, decenas viven plenamente y alguien espera por mi.
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