25 de marzo de 2013

Pistolas hechas humo.

Un gatillo que raspa, un botón que accionas, tres segundos entre la bala y tu objetivo, una vida que se derrama en cada gota de sangre y un pequeño hilo que te separa de la muerte. En otras palabras, destrucción de sueños en cuestión de segundos, sólo que escrito de ese modo, es mas plácido para el lector.

¿Has pensado que el odio es un acopio exagerado de dolor? Si, solo eso, solo dolor, solo ilusiones que han sido exterminadas, solo una pizca de olvido en medio de un brevaje de amor, un poco de humanidad en la perfección. Cada que un ser humano pretende odiar va destruyendose poco a poco, hasta que logra hacerlo por completo, en ese momento cae, muere en vida, deja un abismo de ausencia a su lado, del que solo se dan cuenta las personas que lo aman.

El oxígeno se acaba poco a poco, se va secando el cuerpo, deshidratación, algunas gotas de morfina en la lengua del culpable, razón que adorna la culpa, culpa que acaba con el asesino poco a poco, homicidio psicológico, duelo imperceptible y un ligero olor a "te extraño".

Otro sueño vuelto añicos en el universo, otro vulnerable humano caído en las tersas manos del odio.

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