18 de agosto de 2013

Diario de tres.

Día 1.

(…) Te quiero a mi lado, hoy más que nunca, pero dame de ti. La sequía no abastece el vació, las pruebas tampoco, no sé si te llena o te hace bien, pero la decisión es tuya.

Día 2.

Me dueles, más de lo que creo correcto, no lloro pero me miento, no me nace hacerlo, al menos no del todo. Ayer te escribí, no sé bajo qué parámetro o argumento, me dueles, te duelo, te inmortalizo, error. Sé que no estoy bien, ni contigo ni sin ti; siempre hablo de no acostumbrarme a nada, a nadie porque “me hace daño” pero en contra de mi voluntad me acostumbré a ti, me enamoré de ti, no quise hacerlo.

¿Te has fijado en mis miedos? Tengo miedo de mí, tenía miedo de ti hasta que tus juegos me envolvieron, ahora tengo miedo de que no vuelvas, o bueno, tengo miedo de que tus palabras no vuelvan, tus besos, tus caricias, tu música, tu voz, tu caminar, tu aliento, tu mirada, tu resplandor, tu aire, tu odio, tu amor, tu ausencia, tus gustos, tu tiempo, tus te amo, tus mentiras y pretextos, tus engaños y tus lágrimas, yo… yo te extraño.

Como cualquiera pensé que duraría, un poco más y así hasta que los pocos se acabaran, ¿te acuerdas? Todo fue perfecto, no sé cómo lo hacías, nunca creí en la perfección, en los siempre, en los nunca, pero ahora que recuerdo mi cuerpo protegido por el tuyo me gustaría uno de esos; un “nunca te vayas”, un “quédate siempre conmigo”, un “contigo todo es perfecto”.

No me gustó pensar en un final, aunque muy en el fondo y muy cerca de mi razón todo de mí lo supiera, sabía que alguno llegaría más no estaba entre mis suposiciones que terminara con un “aquí estoy, dándote más letras” porque no son más letras, son mis letras, de mí para ti.

Yo quiero esperarte, quiero más, no pasó por una locura, no fue de momento, fue nuestra aventura con trampas y atajos, no quería que por llegar así te fueras pronto. Fue un maldito error, mi maldito error.

Yo quería pararme en el sol y gritar que me hacías feliz, tú en las nubes y yo consiente de la realidad, el sol quema, yo caigo.

Diez mil caras frente a mí y yo buscando la tuya. Hoy sólo quiero mentirme, decirme que estoy bien, fingirlo hasta creerlo, pero no, no lo estoy; tal vez algún día vuelvas y me mires a los ojos, te darías cuenta de que me pasa, de que nos pasa.

Maldito el momento en que decidí responderte, malditas las palabras y los dedos, maldita la voluntad que me incita a no escribirte, verte o hablarte. Tal vez queme una carta en tu honor, tal vez admita que te extraño, tal vez te duela, tal vez te ame.

“No sé” “tal vez” esto “no” se trate de “mí”.

Día 3.

No quise llegar al límite, no di todo de mí. Yo tuve la culpa de que todo pasara así, ofrezco mis disculpas. Tal vez la decisión sea radical, tal vez implique verte a los ojos o escribir y escribir, perdida en la sensación de no recibir respuesta. Apenas van unas horas, no quise irme así. Le tengo miedo a las despedidas, en ese “Entonces:” pudo haber ido un intervalo y no un final, no fue así y me arrepiento de ello, de haber dejado pasar la oportunidad de sonreír más contigo, vivir más por ti.

Tus despedidas no son un sencillo “adiós” no así no más, nos faltó franqueza, me falto darte más y creo que ya es tarde, pero lo sea o no, te amo, estés de acuerdo o no.

¿Si te extraño? Sí, ahora lo hago, pero no por eso voy a morir.

Te amo.

No hay comentarios: